“Macbeth” y Verdi reverdecen
Por Daniel Varacalli Costas
LA PRENSA. Domingo 28 de marzo de 2004
Un 'Macbeth' de vanguardia
Macbeth,
ópera en cuatro actos de Giuseppe Verdi. Director de orquesta: Guillermo
Brizzio. Régie y escenografía: Marcelo Perusso. Director del coro: Juan
Casasbellas. Reparto: Marcelo Lombardero, Myriam Toker, Homero Pérez,
Enrique Folger, Carlos Natale, Cecilia Jakubowicz, Edgardo Zecca, Carlos
Trujillo, Andrea Rizzo, Analía Bejar, Kevin Berger. Buenos Aires Lírica.
Teatro Avenida.
A
ciento cincuenta años de su estreno en nuestra ciudad, Buenos Aires Lírica
ofreció como apertura de su temporada en el Teatro Avenida una nueva
producción de ´Macbeth´, de Giuseppe Verdi.
Shakespeare
atrajo siempre al compositor italiano: ´Macbeth´ es su primera incursión
importante en este autor (tenía treinta y tres años), al que luego
regresaría en su vejez con las cumbres de ´Otello´ y ´Falstaff´.
Aunque reformado en 1865 para su estreno en París, este título mantiene
cierta vinculación con los formalismos del bel canto, pese a lo
cual trasciende el esquema de números cerrados para alcanzar una
continuidad y una concisión dramáticas que ya muestran a Verdi en el
esplendor de su genio.
La
concepción del joven régisseur Marcelo Perusso –también
responsable de la escenografía- resulta determinante para apreciar esta
nueva presentación. Para él, Macbeth es un día en la vida de las
brujas, que en el original de Shakespeare determinan el curso de la
historia da capo al fine. De allí que estas implacables parcas
reaparezcan en la última escena para profanar el cadáver de Macbeth,
mientras el rey Malcolm y su eufórica corte culminan en la oscuridad. El
concepto escénico apela al polémico recurso de la “actualización”,
cuyo correcto abordaje depende del poder diferenciar las ideas de valor y
de gusto. Mientras hay sectores del público que rechazan sinceramente el
cambio de época de una historia, la crítica debe evaluar en cambio la
legitimidad de esa traslación, esto es, si ayuda a sostener con
coherencia una lectura del texto o si es mero efecto o arbitrariedad, algo
que también puede suceder en las versiones “tradicionales”. En el
caso de Perusso, se apeló a una escenografía abstracta, con estructuras
metálicas de buen gusto, y vestimentas de látex con predominio del color
rojo y los tonos oscuros; la conexión que realiza entre los homicidios y
ciertas cuestiones libidinales no es gratuita: está en el drama de manera
omnipresente, y como lectura oculta. Macbeth no es sólo la tragedia del
asesinato por ambición: bajo esa superficie se juegan las ideas de
masculinidad y fertilidad, y una asociación tan contradictoria como rica
entre el asesinar y el engendrar, que constituye el sustrato psicológico
de la pieza. En este marco, la
puesta resulta efectiva, sintética y coherente, ofreciendo reservas sólo
en algunos aspectos: el “golpe bajo” de la aparición del cadáver de
Duncan en el concertante de fin del Acto I, y la muerte de Macbeth, a
quien no se decapita. Otros momentos, en cambio, resultan magistrales: el
acecho a Banquo y su asesinato, el banquete con las apariciones, las
escenas de “lecho”, con una cabecera roja que luego utilizada en el
banquete como fondo de Macbeth lo transforma a éste en una verdadero ángel
del mal, con alas de sangre.
LA
INTERPRETACIÓN
Claro
está que ninguna de estas facetas podrían haber alcanzado tamaña
eficacia si no fuera por el extraordinario nivel vocal y actoral de la
pareja protagónica. Marcelo Lombardero consumó aquí una de las cimas de
su múltiple carrera, encarnando un Macbeth de arrolladora persuasión,
tan terrorífico en sus decisiones como angustiante en sus dudas,
vocalmente impecable en todos los sectores de su registro; Myriam Toker,
por su parte, desplegó la inteligencia escénica necesaria para estar a
la altura de su pareja: sibilina y de sorda crueldad, aunque
“maternal” cuando era necesario, se sustentó en una voz brillante,
filosa y de importante volumen. El resto del elenco fue igualmente eficaz
y homogéneo: el bajo cubano Homero Pérez, en su debut local, convenció
con un Banquo muy bien cantado y actuado; gratifica que el tenor Enrique
Folger (Macduff) haya evolucionado en un registro tan difícil como el
suyo para llegar a cantar el aria “Ah, la paterna mano” con tal
bravura que concitó aplausos enardecidos; muy correctos los demás
personajes, en particular Cecilia Jakubowicz (Dama de Macbeth) y Edgardo
Zecca (Médico).
La
dirección musical encontró en Guillermo Brizzio, batuta no
suficientemente aprovechada en el Colón, un concertador experimentado e
idóneo, al frente de un agrupación que en términos generales ofreció
un buen nivel de afinación y sonido bajo una solvente guía estilística.
Finalmente, el coro, que dirige Juan Casasbellas, cumplió un cometido
parejo aunque algo carente de la hondura que ciertos climas dramáticos
parecen exigir.
La
impresión general que deja esta producción es de un profundo impacto
dramático, una homogeneidad vocal y una limpieza en la puesta que, aunque
polémica, permite al espectador centrarse en los dilemas que plantean el
texto y su música, todo lo cual coloca a Buenos Aires Lírica en un
andarivel de vanguardia y primacía frente a una competencia lírica local
tan abundante como indiscriminada. |