El barbero de Sevilla, en el Avenida. Una lección de teatro
Por Federico Monjeau
CLARÍN. Domingo 30 de mayo de 2004
La parte teatral es la que más se luce. Fue impecable la labor del regisseur Peter Macfarlane.
Probablemente el solo paso del tiempo y de las representaciones operísticas haga la tarea de los regisseurs más difícil, en el sentido de imaginar nuevas soluciones o variantes escénicas para obras que vienen siendo representadas regularmente desde hace doscientos años, pero de todas formas ya es mucho lo que se gana cuando la régie resuelve concentrarse en la actuación y escuchar el tempo de la música. Esto es lo que logra el regisseur Peter Macfarlane (de padres irlandeses, nació en Tucumán y esta es su primera experiencia con la ópera) en El barbero de Sevilla que acaba de presentar Buenos Aires Lírica en el Teatro Avenida, con dirección musical de Carlos Vieu.
El punto de partida es que la representación de este Barbero está a cargo de una compañía de Commedia dell'arte. El enfoque no es en sí mismo demasiado original o novedoso, aunque está admirablemente realizado. La contraparte escénica de la exquisita obertura de Rossini es una pequeña pieza maestra de teatro mudo, donde el director de la comedia va repartiendo el vestuario como si se tratara de una réplica muy fina de la música o, lo que es bastante parecido, de una anticipación de las situaciones de la ópera. Los tipos de la commedia se desarrollan hasta el cierre de la obra administrados con gracia y sutileza, pero la commedia es el marco general dentro del cual se desarrolla un cuidadísimo trabajo de régie, que obtiene una actuación excepcional de todo el elenco de cantantes.
La conexión entre el tiempo de la música y el tiempo de la escena rige para la totalidad de la representación, y es así como llegamos a la conclusión de que la renovación de este Barbero no llega por la vía de los elementos externos sino por una interpretación de su misma estructura; y que el problema de la régie, ya en un plano más general, es ante todo un problema de interpretación.
La parte teatral es lo que más impresiona de esta realización, aunque también destacan la concertación general de Carlos Vieu, que conduce la orquesta con auténtico sentimiento del crescendo rossiniano, y el coro preparado por Juan Casasbellas.
El reparto tiene un buen rendimiento general. Lo encabezan Omar Carrión (Figaro), Gabriela Cipriani Zec (Rosina), Carlos Ullán (Almaviva), Oscar Grassi (Don Bartolo), Vanesa Mautner (Berta), Nahuel Di Pierro (Fiorello), Marcelo Mansilla (un oficial), Mariano Caligaris (Ambroggio) y Gonzalo Berón Muñoz (Notario). El tenor Carlos Ullán podría mejorar un poco su emisión y su afinación en los agudos; la mezzo Cipriani Zec tiene muy buenas condiciones y ya podrá pulir un poco más el estilo. Carrión y Grassi componen una pareja bufa formidable. |