Buena versión de Ariadna en Naxos
Por Carlos Ernesto Ure
LA PRENSA. 14 de noviembre de 2004
"Ariadna en Naxos", ópera en un prólogo y un acto. Libro: Hugo von Hofmannsthal. Música: Richard Strauss. Cantantes: Virginia Correa Dupuy, Carlos Bengolea, Natasha Tupin, Adriana Mastrángelo, Marcelo Lombardero, Enrique Folger, Eleonora Sancho, Carla Filipcic-Holm, Mónica Sardi, Juan González Cueto, Alejandro Meerapfel, Sergio Carlevaris, Walter Schwarz, Carlos Sampedro, Rubén Della Rossa y Gui Gallardo. Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari. Iluminación: Gonzalo Córdova. Régie: Rubén Szuchmacher. Camerata Bariloche (Rodolfo Fischer). En el teatro, el viernes 12.
Con originalísima concepción teatral de Hugo von Hofmannsthal, y a partir de la idea de "El burgués gentilhombre", de Molire, Richard Strauss escribió en 1912 "Ariadna en Naxos" ("Ariadne auf Naxos"), una genuina obra maestra por donde se la mire, y en la clausura de su temporada, que comprendió cinco títulos, Buenos Aires Lírica ofreció este trabajo dedicado a Max Reinhardt, en su segunda edición (de 1916), por cierto más amplia y muy distinta de la primera. La propuesta era sumamente riesgosa, no sólo por las enormes dificultades técnico-intepretativas que presenta esta pieza, sino también debido a la incertidumbre que suponía representar una ópera de semejante envergadura con el concurso exclusivo de cantantes locales.
Sin embargo, la empresa resultó decididamente exitosa, ya que con sus más y sus menos, el conjunto consiguió plasmar una traducción artísticamente decorosa, de coherente estructura en el plano teatral y también en el musical, que incluyó más de un fragmento de comunicativa efusividad.
OBRA CON REFERENCIAS
Del extenso elenco que intervino en esta comedia que se dió en el Colón en 1942, 1954, 1964, 1982 (una de las versiones más extraordinarias que se haya realizado a nivel mundial) y 1993, cabe apuntar que la mezzo Adriana Mastrángelo (Compositor) dibujó su papel con un entusiasmo meritorio, que deberá ir enriqueciendo en el futuro en los aspectos interpretativos y estilísticos, mientras que el tenor heroico Carlos Bengolea (Bacchus) se manejó con correcta y estentórea eficacia. Por su lado, Natasha Tupin (Zerbinetta), aun cuando debe desplazar el centro de gravedad de su impostación algo más hacia adelante, se movió con agraciado donaire y encaró con solvente aplomo y brillo incuestionable una dificilísima tesitura, que se extiende desde el "do" bajo el pentagrama hasta el "mi" natural sobreagudo.
En la parte de las tres ninfas, tanto las sopranos Eleonora Sancho (Najade) y Carla Filipcic-Holm (Echo) como Mónica Sardi (Dryade) cumplieron un cometido parejo y armonioso, ridiculizado por el "regisseur" sin que se alcancen a advertir las razones, al tiempo que del resto del reparto se destacaron el bajo Alejandro Meerapfel (Lacayo) y el dúctil y desenvuelto tenor Enrique Folger (Maestro de baile y Brighella). En una actuación hablada que es importante, el veterano bajo-barítono Guillermo Gallardo (Mayordomo) careció a la vez de voz de cantante y de voz de actor.
TRES PILARES NOTABLES
Sin embargo, corresponde precisar que el positivo desenlace de esta función se apoyó fundamentalmente en tres pilares sustanciales.
En lo que hace al marco visual, diseñado con discreción por Jorge Ferrari (escenografía y vestuario) y Gonzalo Córdova (iluminación), una figura de larga experiencia y entrañable "métier" como Rubén Szuchmacher consiguió construir en general una puesta de mecanismo minuciosamente aceitado, cuidada en todos sus detalles, de singular y permanente efectividad teatral.
En el foso, y a la cabeza de la Camerata Bariloche, organismo de alto rango, se desempeñó Rodolfo Fischer, joven maestro chileno de óptima formación, quien con vuelo, seguridad y equilibrio, brindó una exposición de esta muy compleja partitura de incoercible enjundia y elocuencia.
En cuanto al papel protagónico, debe destacarse que la mediosoprano Virginia Correa Dupuy (Ariadne) desplegó una labor francamente excepcional. Con legato e inflexiones de muy alta escuela, notas redondas, emitidas con naturalidad, compactas y bien cubiertas, a lo que sumó color oscuro y bien modelado y permanente control de su línea, la mediosoprano tucumana otorgó elevado relieve al personaje de la mitológica hija de Minos, que buscando al mensajero de la muerte encontró al dios del amor. |