BUENOS AIRES LÍRICA - La experiencia de la opera
 
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Prensa
Una ópera de Mozart, renovada
Por Juan Carlos Montero
LA NACIÓN. Lunes 24 de agosto de 2003


Opera "La clemenza di Tito", de Wolfgang Amadeus Mozart. Libreto de Caterino Mazzola, basado en el drama de Pietro Metastasio. Elenco: Gustavo López Manzitti (Tito Vespasiano), Virginia Correa Dupuy (Vitelia), Cecilia Díaz (Sesto), Graciela Oddone (Servilia), Adriana Mastrángelo (Annio), Alejandro Meerapfel (Publio). Director de coro: Juan Casasbellas. Escenografía: Daniel Feijóo. Armado: Héctor Parmigiani y José Vergel. Vestuario: Luciana Gutman. Iluminación: Horacio Efron. Régisseur: Marcelo Lombardero. Bajo continuo en fortepiano: Jorge Lavista. Clarinete y corno di bassetto: Carlos Fernández. Orquesta independiente. Dirección musical y concertación: Susana Frangi. Organizado por Buenos Aires Lírica. Teatro Avenida. Función: hoy, a las 19.

Nuestra opinión: excelente

Fue una feliz circunstancia que un elenco íntegramente local lograra tanta homogeneidad en el terreno de la ópera mozartiana como el que caracterizó a la primera función de "La clemenza di Tito", en el ciclo organizado por Buenos Aires Lírica. Al recuerdo de actuaciones de excelentes cantantes argentinos, que compartieron el cartel junto a nombres rutilantes de artistas invitados, se debe sumar éste, que es la concreción de un espectáculo integral a cargo de profesionales nacionales con un resultado de muy alta calidad interpretativa.
Y el acontecimiento resulta significativo al considerar la complejidad de la presentación de una de las tres grandes obras concebidas por el genio de Mozart en los últimos días de su vida. "La clemenza di Tito" es probablemente una de las óperas que con mayor frecuencia caen en un estatismo enervante o en el canto errático de las numerosas y extenuantes arias o por la muy frecuente vacilación de los recitativos expresados sin una natural acción teatral que los acompañe.

Dos motivos primordiales contribuyeron en el resultado. Por un lado, la audacia y excelente realización de la puesta escénica concebida por Marcelo Lombardero y, por el otro, el buen desempeño de la orquesta, del coro y del cuadro de cantantes, guiados con más que evidente solvencia por la directora Susana Frangi, una figura que ya merece ser considerada entre las excelentes batutas de nuestro país.

Las ideas del régisseur, renovadoras y muy bien realizadas, vienen a cerrar de algún modo y a manera de conclusión la polémica y las críticas, positivas y negativas, desatadas con motivo de la reciente versión ofrecida por el Teatro Colón del drama "El holandés errante", de Richard Wagner, que tuvo como centro de la discusión el boceto escenográfico del pintor Guillermo Kuitca, con régie de Daniel Suárez Marzal.

Contrariamente a lo ocurrido con Wagner, Marcelo Lombardero, que además de cantante proviene de una cuna inmersa en el mundo de la música -precisamente su madre, Marilú Anselmi, formó parte del brillante elenco que en 1980 ofreció la ópera de Mozart en el Colón-, logró no transgredir la obra en su esencia, pese a la modificación de época y a los pocos pero inteligentes recursos utilizados en la escena.

Si bien el protagonista hace su arribo en un automóvil rojo descapotado y la multitud lo aclama y reacciona, como ha sido habitual frente a los gobernantes poderosos dotados de atributos carismáticos, la idea predominante y que se percibe con facilidad es la de mantener la identidad de Roma. Todo lo que se ve es la Ciudad Eterna y una atmósfera lograda que acompaña la caminata por la Via Sacra, en el Foro Romano, donde lo único que queda del Templo de Vespasiano son tres columnas estriadas.

Con ese marco, el director escénico logra permanente y natural movimiento del pueblo y de los personajes centrales y, al mismo tiempo, encuentra el modo de crear los momentos de quietud imprescindible para que la atención del público no sea perturbada y la música de Mozart se instale como absoluta protagonista.

Pero, además, la acción dramática y musical se desarrolla de tal manera que, en forma lenta y progresiva, se va transformando en una retrospectiva historicista. Este recurso culmina con un efecto grandioso de época y de vestuario, en un blanco luminoso que no es propio de la Roma de la antigüedad, sino de una imagen que puede ser parecida a la de los fastos populares que acontecieron en Praga, con motivo de la coronación de Leopoldo II como rey de Bohemia, en 1791.

Excelentes fueron los recursos sintéticos sobre el escenario, diseñados por un experto experimentado como Daniel Feijóo, para provocar los cambios de ambientes; creativa la iluminación puesta por Horacio Efron y atractivo el vestuario elegido por Luciana Gutman, además de la evidencia de un trabajo de ensayos meticuloso y un canto de buenas voces con musicalidad y convicción, es el balance general.

Las voces
No sería justo enumerar el rendimiento y características de los artistas, según un orden de méritos, porque ya se ha dicho que el elenco fue homogéneo, de tal modo que aunque aparezca descortés se menciona primero al protagonista, el tenor Gustavo López Manzitti en el papel de Tito, que coronó una actuación de primer orden, exhibiendo formidable resistencia a la fatiga, voz sonora bien emitida, articulación clara, sobrio y temperamental desempeño para abordar arias tan comprometidas como "Se all´ impero amici Dei..." del segundo acto, tanto en los adornos, prolijamente resueltos, como en la línea muy bien fraseada de la zona intermedia.
Fue muy segura y convincente la mezzosoprano Virginia Correa Dupuy, como Vitelia, destacándose por su buen alcance de la zona aguda del registro y muy especialmente al sortear con felicidad la tremenda y bellísima página mozartiana que es el aria "Non piu di fioi vaghe catene...", donde es justo señalar la impecable ejecución ofrecida por el clarinetista Carlos Fernández, a cargo del corno di bassetto. en una amalgama perfecta con la voz solista.
Graciela Oddone dejó escuchar su exquisita musicalidad en el personaje de Servilia y contemplar sus dotes de excelente actriz, en tanto que Adriana Mastrángelo compuso un Annio de lujo, no solamente por su refinado canto, sino también por el atractivo de su personalidad y desplante de movimientos. Asimismo coronó una intervención consagratoria el barítono Alejandro Meerapfel, como Publio, jefe de la guardia pretoriana, porque a pesar de no ser el suyo un personaje protagónico dijo los recitativos, cantó su aria e intervino en los conjuntos con estilo y sobria actitud teatral.

La mezzosoprano Cecilia Díaz encaró con mucha seguridad todas las partes cantadas, siempre expresiva, con una voz de las más voluminosas del elenco y una temperamental manera de decir el personaje de Sesto, que resulta siempre complejo para una mezzosoprano, ya que fue concebido originalmente para un castrato como Domenico Bedini. quien tuvo a su cargo el estreno de la obra.

La categoría artística y experiencia de la cantante argentina le permitieron coronar una actuación admirable en la gran escena con Tito durante el largo y violento recitativo que se corona en el rondó "Deh, per questo istante solo...", acaso el momento teatral de mayor originalidad logrado por Marcelo Lombardero, por la fuerza de los gestos y la manera de decir inculcados a los protagonistas alejados de los cánones tradicionales de recato, que seguramente no estuvieron en el gusto de los autores de la música y del texto.

Buenas ideas
Fue una feliz idea la de utilizar un fortepiano, réplica de un instrumento Anton Walter, de 1795, fabricado en nuestro país, para los pasajes con continuo muy bien ejecutados por Jorge Lavisata. De alguna manera contribuyó a que los recitativos, generalmente algo tediosos, se escucharan recubiertos de un encanto especial. Como además el coro intervino con disciplina, sonido transparente y buen empaste, preparado con idoneidad por Juan Casasbellas, resultó que la versión de "La clemanza di Tito" marca una contribución jerarquizada para la actual temporada musical.

Hoy, a las 19, con otro elenco seguramente tan eficiente como el que aquí se comenta, y los próximos viernes y sábado, a las 20, se llevarán a cabo nuevas representaciones en el teatro Avenida de este título que no por poco difundido deja de ser una de las joyas del teatro cantado, concebido por el talento incomparable de Wolfgang Amadeus Mozart

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