Una tragedia de arrabal
Por Juan Carlos Fontana
LA NACIÓN. Domingo 21 de septiembre de 2003
"Orestes", de Betty Gambartes y Diego Vila, basado en "El reñidero", de Sergio de Cecco. Intérpretes: Julia Zenko, Carlos Vittori, Susanna Moncayo, Rodolfo Valss, Carlos Rivarola, Jorge Nolasco, Giuliana Rosseti y elenco. Diseño de iluminación: Roberto Traferri. Diseño de vestuario: Mini Zuccheri. Coreografía: Oscar Araiz. Música y dirección musical: Diego Vila. Dirección: Betty Gambartes. Duración: 105 minutos. En el Avenida. Función: hoy, a las 18.
Nuestra opinión: bueno
La tragedia roza las baldosas del suburbio, mientras Elena las moja con su llanto inconsolable. Ha perdido a su padre y la sospecha de un asesinato le provoca siniestros desvelos. El crimen y la idea de que los posibles culpables sean personas cercanas le horadan permanentemente el cerebro y su corazón clama venganza.
Este es el comienzo de "Orestes", ópera tanguera que está mucho más cerca de "El reñidero", de Sergio De Cecco, que de "Agamenón", de Esquilo, primera tragedia de la "Orestíada". Pero el drama sigue estando, envuelto en intrigas, malevaje, recelos, codicias y traiciones. Todo ese mundo orillero resumido en un juego de pasiones que desata Elena, la que clama por sangre. Frente a ella está Nélida, su madre, que no encuentra la forma de contener a su hija, y Soriano, ladero de su padre y sospechoso de haberlo asesinado. Acorralada entre su propio odio y la indiferencia de los demás, Elena busca el brazo vengador de su hermano Orestes, quien es también víctima de la injusticia y la traición y termina siendo el ejecutor.
El género adecuado
Con esta trama y estos personajes, nadie pone en duda que el género musical que mejor se ajusta es el tango. Y en este sentido, la composición de Diego Vila es precisa para acompañar la palabra del texto, distinguiéndose especialmente en los dúos, trío y cuarteto, donde las voces se conjugan con un fuerte sentido dramático. Claro que para lograrlo la puesta contó con la presencia de excelentes cantantes, no sólo desde el punto de vista vocal, sino también interpretativo.
En este sentido se lució Julia Zenko (Elena), quien además de una voz que se ajusta al tango como un guante, aportó una interesante cuota de dramatismo a las acciones. Algo similar a lo realizado por Susanna Moncayo (Nélida), mezzosoprano, que en el papel de la madre compone una certera contracara de su colega.
Carlos Vittori (Orestes), en su registro lírico de tenor y con una proyección contenida, logró asentarse apropiadamente en el clima tanguero. Rodolfo Valss (Soriano), por su parte, parece no haber encontrado la composición adecuada para dar carnadura a un hombre tortuoso que se siente protegido por la impunidad. No se llega a percibir lo que piensa o siente su personaje.
Es necesario registrar un reparo al sonido amplificado, que tiene un volumen apropiado para el canto, pero en las partes habladas de los hombres resulta demasiado bajo para entender el texto.
La puesta de Betty Gambartes demuestra buena resolución en algunas escenas (la de las escaleras de mano) que tienen una fluida continuidad y un peso teatral; en otras, la entrada y salida de los actores-cantantes cada vez que empiezan o terminan una secuencia entorpece la atención, de la misma manera que los números de baile, donde las parejas resultan demasiado atractivas para presentarlas simultáneamente con la acción.
Un aporte incuestionable es la iluminación de Roberto Traferri para la creación de los climas y el vestuario le dio la puntada final a la hechura visual. Finalmente, el Sexteto de Tango que, como acompañante, tuvo una participación impecable.
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